¿
POR QUÉ DEBEMOS COMBATIRLO ?
Cada
uno de nosotros aspira a destacarse entre los demás en la ocupación
que desempeña. El deporte de competición es un ejemplo característico
de actividad que continua e inevitablemente compara a cada
deportista con sus compañeros y se le exige además, una constante
superación para llegar a ser el mejor.
Pero
estas aspiraciones o exigencias que en teoría son legítimas dejan
de serlo cuando se quieren cumplir por medios peligrosos, violentos
y ajenos a la ética, entre los cuales está el doping, por este
motivo su práctica está prohibida.
El
deportista quiere un deporte limpio y sano, en consonancia con sus
ideales y con su dignidad. El verdadero deportista, el que no se
dopa, el que entrena con constancia y con la ilusión de alcanzar un
alto rendimiento, el que se ayuda con programas de descanso y
nutrición adecuados, ése exige que haya control antidoping.
LOS
MOTIVOS ÉTICOS
El
doping es una pieza que no encaja en la estructura del deporte. Su
práctica es contraria a la ética y lealtad deportiva y destruye
los beneficios que tradicionalmente se han buscado en el deporte. En
efecto, si uno de los objetivos de la actividad deportiva es el
desarrollo integral del deportista en la libertad y la dignidad,
cuando aparece el doping se anula este propósito, porque su práctica
envilece al deportista, le convierte en un objeto al que se utiliza
y se manipula, en un instrumento mediante el cual se persiguen
objetivos menos altruistas que los inherentes a la práctica del
deporte, en una máquina que hay que amortizar en breve plazo y que
tiene que rendir al máximo.
Por
otra parte, el doping es deshonesto porque contradice la finalidad
prioritaria del deporte que es conseguir una mejor salud física,
mental y social. También disminuye el carácter lúdico del deporte
ya que el deportista al doparse subordina sus objetivos al de
conseguir el éxito en una competición e invierte así el orden ético
de sus valores.
Por
último, el doping al tratar de mejorar artificialmente las
cualidades deportivas, contraviene el principio esencial del deporte
de competición, según el cual esta debe ser justa y equitativa,
introduce en el deporte la mentira y el engaño, y destruye la
confianza que tan necesaria resulta en una actividad social que ha
de ser auténtica.
LOS
MOTIVOS SANITARIOS
El
doping es potencialmente peligroso para la salud del deportista
porque: expone al organismo al riesgo de llegar a sobrepasar
fatalmente sus límites fisiológicos; trastorna la coordinación
normal de las funciones orgánicas y psíquicas; conduce al uso
prolongado de medicamentos, incluso en dosis superiores a las
normales para "beneficiarse" de su eficacia; ocasiona
progresiva dependencia y hábito al uso de drogas, cuyas dosis van
aumentándose para mantener efectos que a veces, son ilusorios;
induce a cierto abandono del entrenamiento metódico por la falsa
sensación de seguridad que produce; incita a utilizar, intentando
eludir la detección de los controles, nuevas sustancias cuya
toxicidad a largo plazo no siempre se conoce, causa un deterioro tal
vez irreversible. Indudablemente,
forzar un organismo más allá de sus posibilidades físicas
naturales para conseguir un rendimiento deportivo superior al que
proporciona el entrenamiento es, cuando menos, peligroso.
COMO PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA
El
doping puede ser uno de los factores desencadenantes de la violencia
en el deporte.
Esta
afirmación teórica se basa en considerar que el abuso de algunas
sustancias puede influir sobre el comportamiento de quien las usa,
comprometiendo su seguridad y la de sus compañeros.
En
términos generales, el ejercicio es relajante, pero con la
competencia aparecen determinadas tensiones que pueden convertir al
deporte en una actividad de gran tensión. Si a ello se añade el
uso de drogas que aumentan la agresividad, el resultado puede ser el
ataque o la agresión corporal.
Las
drogas que más frecuentemente provocan agresividad son las
anfetaminas, los anabólicos esteroides, y algunos analgésicos narcóticos.
Además,
hay que considerar la auto agresión que se provoca al deportista a
sí mismo al doparse con daños psicofísicos que pueden ser
irreversibles.
Lic.
D. Pablo Esper Di Cesare
Principal
Doping
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