POR JOSÉ MARÍA ODRIZOLA
Octubre,
1.998
El
tema del dopaje sigue de actualidad debido a los muchos
acontecimientos de las últimas semanas. Frecuentemente, las
noticias aparecidas no tienen base científica alguna, ni
conocimiento realista de lo que significan las ayudas ergogénicas
en el deporte de alta competición, entre ellas las prohibidas.
Tampoco
se han clarificado totalmente las posturas ni de los dirigentes
deportivos ni de los observadores mediáticos, sobre si la actual
situación de reglas y controles es la adecuada. Se nos aplazan
posibles cambios en todo ello hasta el Congreso de febrero en la
sede del COI, aunque hay voces que ya propugnan "barra
libre" en el consumo de toda clase de estimulantes.
Es
hora de tomar decisiones, antes de que todo el entramado económico
y comercial que se mueve en el deporte de elite acabe engullendo al
mismo, y todo se quede en puro negocio y quizás espectáculo,
aunque éste pueda resultar dantesco. Tenemos una gran tendencia al
morbo y prueba de ello, aparte del gran eco que despiertan los
escándalos del dopaje, lo demuestran las frecuentes escenas que se
ven en televisión de peleas, choques violentos, caídas
espectaculares y visiones similares.
El
deporte va perdiendo su imagen lúdica y limpia, en beneficio de ser
a menudo un muestrario de muchos de los demonios internos que
subyacen en la naturaleza humana. Los grandes eventos deportivos no
deben ser la vía de escape de las grandes dosis de agresividad que
nos provoca la agitada vida actual, al menos no como meros
espectadores. Otra cosa es fomentar la práctica del ejercicio
físico para gastar ese exceso de energías y como relajante de
tensiones.
Para
encauzar toda esta problemática del control del posible abuso de
estimulantes por parte de deportistas que voluntariamente participan
en competiciones oficiales, propongo las siguientes medidas:
1.
Unificar
de forma inmediata y obligatoria en todas las pruebas bajo la
disciplina del COI y de las Federaciones Internacionales los
reglamentos. Eso supone aceptar las mismas listas de productos
prohibidos y de sanciones, y la obligatoriedad de su cumplimiento.
No puede ser que algunos infractores elijan cuándo purgar sus
castigos.
2.
No admitir la participación en los Juegos Olímpicos de los
deportes que no acaten esta normativa común, comenzando por los de
Sydney. No es de recibo la posible presencia de deportistas como el
último héroe americano, el bateador de béisbol Mack McGwire, que
admite ingerir anabolizantes.
3.
Dedicar más dinero del que disponen el COI y las Federaciones
Internacionales a la investigación de nuevos métodos para la
detección del dopaje. Se evitarían así los falsos positivos que
aún ocurren con la testosterona y se avanzaría en las técnicas
para la más fácil detección del abuso de productos tan peligrosos
como la hormona del crecimiento (somatotropina) o la eritropoyetina
(EPO). Cualquier deportista que ya de adulto tenga que usar aparatos
correctores por el anormal crecimiento de su dentadura es sospechoso
de inyectarse somatotropina.
4.
Para disuadir del actual abuso de productos anabolizantes, no hay
mejor sistema que aumentar los controles por sorpresa, fuera de
competición. Es la forma más eficaz de sorprender a los tramposos,
pues es en las épocas de alto volumen de entrenamiento cuando más
ventajas dan esos productos prohibidos. Instaurar los controles de
sangre entonces sería más útil y menos molesto que en pleno
período de competición.
5.
Implantar una normativa que obligue a todo deportista de elite (por
ejemplo, los 25 primeros de la lista mundial en cada temporada, o
los internacionales de los equipos) a pasar al menos tres controles
por sorpresa en el año previo a los grandes acontecimientos
olímpicos o mundiales. La IAAF actualmente no paga premios al que
no cumpla con este requisito. Pero habría que ir más lejos e
impedirle participar.
6.
El argumento que se utiliza con frecuencia sobre el contrasentido de
que un profesional no pueda tomar un medicamento que sí puede
utilizar un niño, perdería su base si en referencia a los
fármacos prohibidos dentro de los considerados ligeros (con
una penalización más liviana) se aumentaran los niveles que deben
encontrarse en la orina para considerar que ha habido infracción.
Tal es el caso de la efedrina, la cafeína, la morfina y productos
análogos. Las cantidades consideradas como un positivo deberían
estar claramente por encima de los niveles terapéuticos. Además,
tal como está ahora en las reglas de la IAAF para la primera
infracción, recomiendo castigar su uso sólo con "advertencia
pública" y pérdida del resultado en la prueba en la que se
detectó.
Prohibir
sustancias como la marihuana son cortinas de humo, dado que un
deportista que compita fumando lo hace en inferioridad de
condiciones físicas. El argumento de mal ejemplo que se da es
banal, comparado con otros aspectos todavía menos edificantes que
rodean al deporte de elite hoy día.
7.
Por último, hay que informar correctamente a la opinión pública
de todo lo referente al dopaje en el deporte. Pero sobre todo a los
deportistas, para educarlos en el doble aspecto de lo que tiene de
falta de ética el hacer trampas y de los peligros que para su salud
actual o futura ocasiona el abuso de sustancias dopantes. Recordemos
los casos de los deportistas famosos muertos prematuramente, quizás
por haber abusado durante años de tales sustancias. Además,
intentar disuadirles de caer en la tentación de acortar el camino
para llegar a la fama y el dinero con reglas claras y estrictas, que
si infringen pueden apartarles de su profesión.
Si
todo esto no se hace con urgencia, el deporte de elite, el que
produce diversión y anima a los ciudadanos a imitar a sus ídolos
haciendo ejercicio, tan necesario en una sociedad tendente al
sedentarismo a pesar de disponer de más tiempo para el ocio, se
verá finalmente devorado por el fraude y el peligro que supone el
dopaje.
Los
dirigentes tenemos la obligación de seguir trabajando de una forma
sensata, eficaz y realista para que esto no ocurra. No con
declaraciones como las que hizo De Merodee, dando palos de ciego al
deporte español, al que muchos no perdonan que haya pasado de convidado
de piedra internacionalmente a protagonista destacado. Que
imperen el sentido común y los conocimientos del tema para
propugnar medidas que contribuyan a mejorar el estado de la
cuestión: la salud del deporte mundial.
José
María Odriozola es catedrático de Bioquímica de la Universidad
Complutense de Madrid, presidente de la Federación Española de
Atletismo y miembro de la Comisión Nacional de Antidopaje en
representación de las federaciones olímpicas españolas.
PUBLICADO
EN EL PAÍS DIGITAL DEL DÍA 6 DE OCTUBRE DE 1998.
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